
Ayer, día veintiocho de enero, Santo Tomás de Aquino. Fiesta de los universitarios y fiesta de los dominicos. Fiesta de Javier y de Miguel. Lo hemos celebrado con ellos en el convento de la calle San Vicente, donde viven. Han celebrado a su patrón con una misa solemne, cantada. Órgano, trompa y flauta, el Pange Lingua (tanto tiempo sin escucharlo). Predica Paco Fasio. Y nos habla de los tiempos de cambio, de las tentaciones en tiempos de cambio. Quedarse en lo seguro (pero en lo seguro de antes); dejarse vencer por el miedo o por la pereza (permanecer quieto parao). Santo Tomás -nos cuenta Fasio- vivió en la frontera, rompió con lo de antes (cambió a San Agustín y Platón, tan espirituales, por Aristóteles, más físico, más corpóreo, más científico); apostó por el optimismo como principio de su filosofía, optimismo respecto del mundo y del hombre; y, lejos de entregarse a la pasividad, a la espera de que escampe, se dedico a estudiar, se esforzó por encontrar respuestas, caminos. Y sobre todo: el impulso que le movió en su vida. No fue un ratón de biblioteca. Estudió para ayudar. A sus alumnos, a sus compañeros y a las gentes que acudían a él.
¿Qué cambio estamos afrontando ahora? Un cambio de valores, creo. El valor del éxito económico, del pelotazo (que vuelve cada vez que el capitalismo se inventa una nueva burbuja), se demuestra caduco. ¿Cuál es el valor para el futuro?

Vamos a cenar esta noche al "Gallinero de Sandra" (calle Amor de Dios, Sevilla). Está lleno. Hemos pedido mesa fuera, al calor de las estufas de pié. Sale a recibirnos Sandra, tan simpática como siempre, nos recibe con dos besos. Nos conocemos. Nos alegramos de vernos. Es su casa. Los chicos que nos atienden -los chicos de Sandra- lo hacen con el agrado de siempre. La comida es buena (huevos estrellados, changurro, croquetas caseras). El vino magnífico (Condado de Valpiedra, 2006). Todos allí somos habituales, amigos. El ambiente es bueno. Estamos como en casa. Ese es el secreto. La relación humana. Vale que si no fuera buena la comida, si no estuviera bien decorado el local, si tardase la comida en llegar a la mesa, si la relación calidad precio no fuera tan buena...no se llenaría. Pero, fundamentalmente, se llena porque a los que vamos nos gusta ver de nuevo a Sandra, visitar su casa, comer allíl. Hay un factor humano. Ese factor es el que (a Sandra lo mismo que a mí) nos hace disfrutar de las relaciones. Es decir: buen servicio, buena relación calidad precio, buena comida y buen vino...pero, sobre todo, calidez humana, proximidad, trato.
Recetas para la crisis. Una mezcla de Santo Tomás y Sandra (la del Gallinero), si se me permite el atrevimiento: puedes optar por vivir en la frontera (cambiar, innovar, renovar tu carta); puedes optar por confiar (en lo que ofreces, sabiendo que la verdad vende, que lo bueno acaba siendo valorado); y puedes optar por trabajar, por esforzarte en lo tuyo, intentando mejorar cada día un poquito, poniendo el máximo cariño en los detalles. Este es el reto: ofrecer en todo momento esa proximidad humana que, en definitiva, es lo que pone en valor cualquier relación. El factor humano vence a cualquier crisis: debe estar por encima de cualquier crisis. La relación humana es la mejor opción de futuro.