Sunday, January 10, 2010

AL BORDE DEL SILENCIO

Dias de fin de semana: amigos, un corto viaje, una comida frente al mar en El Rompido. Barcos, colores, una puesta de sol. Hoy -minutos antes de levantarme- arrebujado en la ropa de cama, pensándomelo, pensaba en todo lo que tenía que hacer (todo lo que tenía comprometido hacer). Al final -por supuesto- no he hecho nada. Demasiado por hacer, nada hecho. Mañana tendré que exponer un tema que no he preparado y apenas creo recordar. Es inevitable: volveré a situarme al borde del abismo.



Hay un precedente: Joseph Cotten en "El tercer hombre" cuando, de repente, se encuentra ante un auditorio que espera escuchar de él una conferencia que había comprometido (y olvidado) sobre "La moderna novela americana" (él, autor de fáciles novelillas del Oeste). Ante el público sin nada que decir: es una pesadilla que me ha visitado también a mí. Es aterrador. Enrique Vila-Matas, en cambio, cuenta (quizás finge) que utiliza esa técnica habitualmente. Habla de ello en "Doctor Pasavento". Busco entre mis libros esa novela fundamental, pero no la encuentro. Me gustaría citarla aquí: serviría para justificarme. Recuerdo vagamente que Vila-Matas va camino de Sevilla en el AVE desde Madrid y durante el viaje trata de imaginar de qué puede hablar en su conferencia (no preparada) sobre "Relaciones entr ficción y realidad en la novela". Dice (seguramente mintiendo o fabulando, o recordando una pesadilla) que le gusta llegar al acto sin saber qué va a decir y así, colocarse al borde del abismo, dispuesto a dar un paso adelante. Él lo cuenta muy bien, pero no encuentro el libro y no podré citarlo literalmente. Por ello sigo con mi cuento sin muletas.



¿De qué hablaré mañana? ¿Es importante lo que diga? ¿debo preparar algo o -como se dice en los Evangelios- me será inspirado lo que he de decir en el último momento? La necesidad de seguridad frente a la posibilidad de aventura. La razón frente a la fe. El protagonismo del auditorio o la necesidad de control. En realidad lo que preparas es una especie de escudo, de impostura: lo que no sabes ya, no es tuyo (es un artificio o directamente es ajeno). Tu yo real surge al enfrentarse a cuerpo limpio al vacío, al silencio: es tu defensa (o tu ataque) ante el abismo del silencio. Lo tuyo lo llevas puesto y en esas situaciones es donde descubres quién eres. De ahí el atractivo del abismo.

En el caso de Joseph Cotten, cuando las viejas cacatúas que asisten al club de lectura le preguntan por los grandes escritores americanos no sabe qué decir. El público, decepcionado, va abandonando la sala (otra pesadilla recurrente). Pero poco importa. Todo es falso: él podría hablarles de su amigo Harry Lime, de la novela del Oeste, de la mujer de la que se está enamorando, del misterio de la muerte. Él podría hablar sólamente de sí mismo. Como cada uno de nosotros.

3 comments:

  1. Algo saldrá. El oficio también cuenta y surgirán los temas.

    Hace años, en una ciudad del Sur, tenía que hablar un ratito y al inicio alguien dijo:
    Siglos de historia te contemplan. Me puse como un flan del miedo que me entró y durante unos minutos, se me voló el texto.

    Un abrazo de lunes nevado

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  2. Abrazo (ya con menos frío aquí), pero el frío es bueno para los abrazos. El vértigo es una sensación peculiar: lanzarse al vacío sin red (o lanzarse en brazos de alguien que no conoces). No estamos acostumbrados a esos saltos. Dan un poco de miedo. Pero a la vez (y a lo mejor por eso mismo)atraen: se descubre uno al perderse...¿no? Eso quería contar.

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  3. Y así lo entendí.
    Lanzarse al vacío es...bueno, todo lo has escrito.

    Un abrazo

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