Mi abuelo solía decir, para alabar la comida que preparaba mi madre: "en esta casa se come mejor que en el hotel la Perla”.
El hotel formaba parte del decorado de mi infancia. Allí, en la esquina de la Plaza del Castillo, bajo los soportales, solía esperar de niño el autobús. Allí perdí en una ocasión mi cartera, con sus asas de plástico. Allí, al lado, en una peluquería, me pelaban. Luego supe que en ese hotel se hospedaba Hemingway, el gran novelista (y Nobel) americano, cuando venía por San Fermín (nueve años vino, a vino beber y a vivir ese estado especial de humanidad que es la fiesta en Pamplona). En la habitación 207, desde cuyo balcón veía pasar el encierro camino de la Estafeta, todo se conservaba igual desde que murió el escritor (en 1961) y contaban que un editor sueco la había alquilado hasta el año 5000. Pero el hotel, a pesar de su tradición, había ido decayendo (los toreros preferían el Yoldy).
Por eso nos sonaba a cuento viejo y nos daba un poco de risa cuando el abuelo seguía poniéndolo como el mejor lugar para comer. Para comer de verdad, “Las Pocholas”, en el Paseo de Sarasate. Allí es donde iban a comer los catedros de la Universidad. Allí se contaba que comió un día San Josemaría Escrivá, el santo al que tuve ocasión de tocar siendo un muchacho. También había ido decayendo el restaurante. Sólo vivían dos de las ocho o nueve hermanas que guisaban en ese templo de la gastronomía navarra. Hasta que un día cerró el restaurante, tras 69 años de vida, sin más anuncio, y en el local al cabo de unos años, acabó abriendo su primera oficina en Pamplona "La Kutxa".
Ver “Las Pocholas” convertido en una sucursal bancaria; ver el hotel “La Perla” convertido en un edificio apuntalado…eran razones para sentir el doloroso paso del tiempo, cuando en los últimos años volvía de visita por mi tierra. Parecía una ciudad amortajada, un resto en ruinas de lo que fue, sobre todo la parte vieja. Como si todo el mundo se hubiera puesto de acuerdo en olvidar. El colmo fue el año en que me dirigí a la Plaza del Castillo y ¡no estaba! Había en su lugar un tremendo socavón.
Pero lo que se fue a veces vuelve. Me entero que el Hotel La Perla ha abierto de nuevo, convertido en un cinco estrellas. La habitación de Hemingway, se ha conservado intacta (milagros de la tecnología) y se puede reservar por 8.000 euros la noche (un capricho). Y en cuanto a la comida…el restaurante del hotel se llama “Las Pocholas” y reproduce fielmente el antiguo del Paseo de Sarasate, con el busto del Rey de Navarra presidiendo el salón. La dirección del restaurante se ha encomendado a las dos “Pocholas” que viven, ya muy mayores: Josefina y Conchita Guerendiáin. Todo resucita. Incluso Hemingway. Es el milagro de la memoria. Milagro que se transforma de repente en una ensoñación...
al poder compartir ahora la barra del café Iruña ¡con el mismísimo Don Ernest! al que encuentras bebiendo tranquilamente una copa de "Fundador" en su rincón de siempre. ¿Estaremos en 1959?
Pamplona recupera una parte de su historia: los años cincuenta y sesenta. Mi infancia es ya historia, pero historia al fin recuperada.
Thursday, July 26, 2007
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
;);)..esperemos que no...lo bueno de la infancia..esos recuerdos que a veces nos erizan la piel al ver, oír, sentir, tocar y caminar por los arrabales de nuestra vida tienen su lado oscuro...lo mejor es recordar pero vivir la realidad..esa que sigue su marcha aunque no queramos...abrazos
ReplyDeleteHombre, yo ceo que la realidad la vivimos mal que nos pese. Pero el pasado lo revivimos mentalmente por necesidad afectiva y por necesidad de comprensión. Si la nostalgia es este recuerdo y el incidir en él para tratar de ver lo que no supimos interpretar en su momento, bienvenido sea. Si se trata de añorar por añorar y obsesionarnos con retomar lo imposible, eso es la melancolía, y es enfermizo. Midamos los pasos perdidos y el reencuentro con ellos.
ReplyDeletePor cierto, Francisco, ¿no se comía también bien, aunque no fuera tan elevada, en la Venta Andrés de los años cincuenta?
Un abrazo.
Buena entrada, francisco aranguren, bien contada y casi mejor ilustrada. No es que cualquier tiempo pasado sea mejor, pero es bueno mirar atrás de cuando en cuando, no sólo para solazarnos en lo que fuimos, sino para constatar que sin aquello no seríamos esto.
ReplyDeleteEnhorabuena por tu blog. Un abrazo.
Francisco...lo de Las Pocholas, forma parte del repertorio de lugares idilicos que menciona mi madre...
ReplyDeleteY las mantecadas de Salinas, de Tudela...
B x C
This comment has been removed by a blog administrator.
ReplyDelete