Friday, September 14, 2007

RETRATO DE UN MÉDICO FILÓSOFO

Decía Hesse que no somos nosotros los que buscamos los temas sino que son los temas los que nos buscan a nosotros.
A.E., médico. Le dan asco los enfermos. Su profesión le asquea. Considera que es inútil (Andrés Hurtado, el médico de "El árbol de la vida" barojiano llega a la misma conclusión tras asistir impotente a la muerte de su hermano menor, de su hijo y de su esposa). Siempre existirá el dolor en el mundo. A nadie le importa nada. La revolución no se hará porque los ricos tienen ideas de ricos y los mujik ideas de mujik. El mujik besa la bota que aplasta su cabeza. A.E. sólo encuentra placer en la filosofía, en el mundo de las ideas. Pasa el día en su casa leyendo. Apenas acude al Hospital cuya dirección tiene encomendada. ¿Para qué? No hay medios, nada puede hacerse. La brutalidad impera en esta sociedad. El toma cada día su cerveza a media tarde y discute sobre estos temas con su amigo, el encargado de Correos...hasta que un día se encuentra en el pabellón número seis con un enfermo singular. Es profesor universitario, paranóico incurable. Pero su conversación exaltada, su defensa irreductible de la libertad, su fe en la revolución venidera llenan de gozo a A.E. y despiertan en él hacia el enfermo una sincera simpatía. Discutirá con él, tratará de que acepte su condición de enfermo aislado, invocará la doctrina estóica: el dolor es nuestra conciencia del dolor...Cree tener al fin una misión, algo que hacer por otra persona.
"El pabellón número 6". Antón Chéjov. Lo leí a los catorce años. Y sigue ahí. Y vuelve. Y yo soy -yo puedo ser- Andrei Efimich, el médico incompetente, el médico negligente que se desentiende de los que sufren y se recluye en mil filosofías para abandonar el trabajo, para hacer frente al doloroso tedio del vivir ("hastío, pajarraco de mis horas"). Y mientras tanto otros se apoderan del Hospital, personajes sin escrupulos que medrarán imponiendo a los enfermos un régimen brutal, administrado por el guardián del pabellón. El que se aisla de la doliente realidad en una poltrona de comodidad autocompasiva, acaba siendo la víctima de su propia indolencia. "A nuestos puestos". Este parece ser el grito fraternal que nos lanza Chéjov.
Los temas nos buscan. Porque acabamos pareciéndonos a lo que odiamos.

8 comments:

  1. Un bello texto. Su significado es muy importante respecto a la importancia de hacer y realizar lo que nos gusta. De otra manera, nada nos resulta satisfactorio y sí se pueden convertir en una carga muy pesada.

    ReplyDelete
  2. desgraciadamente tienes razón y la rueda nos hace ver las cosas diferentes según toquemos el polvo o veamos el cielo...abrazos.

    ReplyDelete
  3. Si acabamos pareciéndonos a lo que odiamos es porque nos amaestran modelos análogos. Somos yinyán. Nos dejamos atraer y rechazar bajo coordinadas únicas. Es atractiva la comodidad y repulsiva la insatisfacción. Deseado el bienestar y espantosa la escasez. Ansiado el placer y enormemente temido el dolor. Naturaleza humana, inevitable y ensalzante. Con todo, hoy aborrezco sobre todo lo cutre, lo irrespetuoso, lo avasallador, lo que interfiere, lo que ocupa sin tu aceptación. Y esto proviene no sólo de los poderes establecidos, sino, me temo, de las masas aquiescentes y que tragan todo. Saludos.

    ReplyDelete
  4. Chejov, Chejov, Chejov... compartir esa pasión contigo me hace sentirte más cercano, amigo.

    ReplyDelete
  5. Uf, necesitaba leer algo así para reaccionar...He cargado mis pilas. Ya estoy dispuesta a empezar.
    Me encantó tu texto, gracias.
    Un abrazo.

    ReplyDelete
  6. Magda, Fernando, Fackel, Rhitmduel y Gatito, gracias por vuestros comentarios y por compartir a Chéjov. Hay una foto de Chéjov con Gorki. Gorki es la juventud que toma partido, decidida, por el cambio, por la acción. Chéjov no era un hombre de acción. Debía tener una gran sensibilidad, que le impedía ser tajante. Imagino que apoyaba la necesidad de cambios, que se ponía de parte de los débiles, de los perdedores...pero también creo que sentía piedad hacia los poderosos del mundo. Era capaz de eso su gran corazón. Era de esos hombres que comprenden a todos. No podía ser un hombre de acción, pues, pero tampoco dejó de pisar tierra y de ver las injusticias a su alrrededor. La Revolución rusa fue una matanza masiva de inocentes. Y quizás tenía razón Chejov: el cambio más importante se produce en mí, en mi conciencia, en mi pequeña parcela que no reine la injusticia, en lo que de mí dependa...Propondría una revolución personal:la conciencia fraterna, mi responsabilidad hacia los que se me han confiado. Chejov ha resultado más perdurable que Gorki, porque es más humano. Desde aquí os envío un saludo cariñoso.

    ReplyDelete
  7. Anonymous12:49 PM

    Por cierto, ¿cómo es eso de sentir piedad por los poderosos del mundo? ¿Se debe sentir piedad por los impíos por excelelencia? Poco claro mezclar Gorkis y Chejov con la revolución de octubre. Los temas no se han resuelto jamás por meras conversiones espirituales individuales. Se podrá objetar que tampoco con respuestas políticas concretas y audaces, pero necesarias. Saludos.

    ReplyDelete
  8. Puede que tengas razón lector anónimo con lo de las revoluciones. La relación entre los dos escritores que planteo, es más que una idea, una intuición particular cuando veo la foto de ambos, que pondré en otra entrada, para poder entrar en ello más (intuyo una intersección entre dos Rusias, la nueva y la vieja, lo emergente y lo declinante...). Pero ambos escritores se admiraban y Gorki tiene entidad literaria al margen de la Revolución, sin duda. Saludos a tí y gracias por tu aportación.

    ReplyDelete