Y hablando de imposibles, ayer estuvimos en el concierto que daba en Sevilla Madeleine Peyroux. Llevaba puesto el mismo sombrero que solía pasar al final de sus actuaciones en sus días de música callejera en Paris. Por la mañana habíamos ido al centro y atravesado por calles llenas de músicos. Pasamos delante del violinista, delante del chino que toca su raro instrumento de una sola cuerda, delante del grupo de jóvenes con sus marionetas...Pero esta Madeleine triunfó. Alguien la escuchó y le hizo recordar la forma de cantar de Billy Holliday, editó su primer disco y consiguió vender millones de copias.
Me sorprendió el llenazo del Teatro de la Maestranza. Era ese tipo de público del jazz, informal en su forma de vestir, original, hombres y mujeres que, a pesar de la edad, siguen conservando toda su belleza, todo su atractivo. Gente que había oído hablar de esta cantante americana, criada en Paris que, como Cenicienta, salió de la pobreza. El conjunto de Madeleine me resulto un tanto serio y su música tampoco me llegó a entusiasmar. No era jazz, o no era el jazz que a mí me gusta. Pero hubo un momento mágico. Los músicos se levantaron y se aproximaron a la cantante: el pianista cambió el piano por un juguete de plástico, el guitarrista tomá una pequeña mandolina, el batería apareció arrastrando una gran caja de cartón -como las que utilizan para dormir los sin techo- y comenzó a emplear en ella sus escobillas, y de pronto todos ellos reprodujeron la escena de un conjunto de músicos callejeros, tocando una melodía con acentos del Sena y de Pigalle. Fue un momento emocionante, porque nos sentimos transportados a una calle del Barrio latino, ante unos músicos fantaasmales. Madeleine no olvidaba sus orígenes, y todos los que allí estábamos casi esperábamos que al final pasara su sombrero pidiéndonos una propina. Fue un momento de libertad. Y he buscado en la red y -entre tantas canciones bellas suyas- he encontrado este vídeo simpático en el que Madeleine nos muestra a la gente antipática de este mundo, mientras recibe en la funda de su guitarra esas monedas de amor y simpatía que todos los dias lanzan por las calles de la ciudad las personas sencillas que están salvando el Planeta, esas personas que merecen la pena y para las que canta Madeleine Peyroux, con la misma frescura de entonces.
Sunday, May 10, 2009
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Después de muchos meses, gracias por el relato. Se me fue la oportunidad y todavía hoy, entrando en el otoño, me acuerdo. Espero que algún día vuelva por este sur.
ReplyDeleteAcabo de descubrir a esta cantante. Me encanta. ¿Cuándo volverá por España? ¿O por Europa?
ReplyDeleteNo eres el único que dice en la red que sus directos son a veces un poco distantes, pero siempre comentáis todos los que la habéis visto en directo que hay un momento en el concierto en que conecta realmente con el público, un momento mágico. Voz de terciopelo, sensibilidad intimista.
Gracias por hablarnos de ella en tu blog, Francisco, que por cierto, está muy bien escrito, lo cual no es muy frecuente. ¡Enhorabuena! Volveré a leerte. Saludos cordiales desde una gélida Madrid, soñando con el caribe y el aire tibio, Sofía.