Hoy, en Sevilla, un encuentro dialéctico entre Alejandro Nieto y Emilio Lledó, con ocasión del libro del primero "El desgobierno de la política". El administrativista, ya jubilado, está escribiendo libros importantes, en los que hace la "anatomía patológica" del Estado en nuestros días.
Me quedo con esto: no queremos ver la realidad. Preferimos una realidad virtual, hecha de frases pomposas como "Estado social y democrático de Derecho", "justicia para todos", "Soberanía del pueblo", "Democracia representativa". Queremos ver lo bonito: "no hay problema, vivimos en el mejor sistema posible". Cerramos los ojos y no queremos ver la realidad: los partidos no son el cauce de nada, los partidos están dominados por un grupo, que a su vez se preordena a un jefe; y en cuanto ganan las elecciones, lo que hacen es ocupar el poder y desalojar al enemigo de sus sillones. Quítate tú pa que me ponga yo. Es el poder lo que se trata de conseguir. Y luego están los socios de los vencedores, los que obtienen las prevendas. El Estado no es que sea una estructura con deficiencias: es que es un sistema perverso en sí mismo, porque su único fin es otorgar el poder a una minoría, y eso intrínsecamente supone la injusticia. Siempre hubo los de abajo y los de arriba, siempre el poder fue un instrumento para sojuzgar a una mayoría. Además el poder quiso obtener de esa mayoría sojuzgada la aquiescencia: primero, a través de la legitimación por la religión (Dios designa al Papa y el Papa corona al Emperador), luego -cuando Dios calló o no se le hizo caso- la legitimación democrática, el pacto social.
Hasta aquí Nieto. Lledó -que me convence más- se vuelve a los griegos, y en ellos descubre el inicio de una preocupación altruista: ante la menesterosidad del ser humano, hay que organizar la polis, y para ello hay que educar ciudadanos que se comprometan con el bien común y se entreguen al trabajo por la comunidad, bajo el principio de la decencia. En paralelo con los cuatro elementos que vemos en la naturaleza -agua, aire, fuego y tierra- también hay cuatro objetos para la cultura: la verdad, la justicia, la bondad y la belleza. Se trata de objetivos, de tensiones hacia algo que nunca se alcanza en su totalidad, pero que funcionan como impulsos de la acción del hombre, que le llevan más allá del egoismo primordial y necesario (para la propia subsistencia) hacia un territorio más amplio, hacia lo público, donde lo que cuenta no es el tener, sino el ser, el proyectarse más allá de los propios objetivos particulares, en pos de la grandeza, de la decencia política.
Nieto critica nuestra pasividad, nuestro conformismo ante una manipulación que nos induce a considerar nuestro sistema político como el mejor posible. Critica nuestra negativa a ver la dominación que sobre nosotros se ejerce y justifica. Critica nuestro deseo de no ser molestados con la una realidad deformada que no queremos ver.
Pero Lledó mantiene la necesaria llama de la utopía: necesitamos proyectos virtuales, necesitamos soñar con algo mejor, con belleza, con bondad, con justicia, con verdad.
Los dos tienen razón. Los dos son exquisitamente educados. Se dejan hablar. Conservan la calma. Exponen sus puntos de vista. Sin intentar convencer. Intranquilizando, provocando, Nieto. Porque, como alguien dice hoy, hay que meter libertad en la cabeza. Y supone tanta libertad cuestionar el hoy, como volver a Grecia para encontrar las claves del futuro.
Monday, May 18, 2009
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Te leo y vuelvo a tener aquellos veinte epifánicos años. Lecturas 'peligrosas, amistades 'peligrosas', vida 'peligrosísima'. Qué feliz era... Cuántas cosas por conseguir. Cuántas esperanzas...
ReplyDeleteMe pregunto a veces cómo pude ser tan mema.
¿Porqué arrepentirse de lo hecho? Se hizo lo que se pudo y supo. Estos grandes pensadores también escribieron y publicaron cosas que quizás ahora no suscriben, o matizarían. Uno cambia. Y, por ejemplo, Nieto se ha vuelto crítico y descreído: quiere provocar (en su vejez). En cambio, Lledó se eleva y ensalza la creación de la cultura y la democracia. ¿Por qué perder la fe a pesar de los desencantos? Yo creo en la Justicia, como propósito y meta; en la educación, como esperanza del hombre; en la decencia, como requisito de felicidad...Son valores que se proyectan sobre una realidad de sombras, pero esa capacidad de mantenerlos, ilumina también la realidad.
ReplyDeleteQué interesante, Francisco. Y qué bien lo expones. Qué envidia no haber estado allí. Lledó es un tipo muy pero que muy lúcido. Con una vasta formación clásica y humanística. A veces pienso que este tipo de debates se consumen en puntos de vista emocionales d quiero y no puedo, de confundirdeseos y realidades. Mientras no haya una clarificación concreta y exhaustiva de las causas de funcionamiento social y económico nos perderemos. Todo tiene explicación hoy día. Alguien tiene que ofrecérnosla. Todos teneos que interesarnos por ella. De lo contrario, ni la crítica radical ni los planteamientos utópicos servirán para llenar el espacio humano que, mientra, lo invaden los intereses del dinero y de la corrupción.
ReplyDeleteGacias por tu relato (como cronista de Indias no tendrías precio) y un abrazo.
No, no es arrepentimiento. Es... eso que tu dices, desencanto, conciencia clara de que una cosa el ideario, irrenunciable ideario por la cuenta que nos trae, y otra lo que siempre, pero siempre-siempre, terminamos haciendo con él.
ReplyDeleteQuizás porque somos humanos... demasiado humanos.