Monday, March 30, 2009
LA DUDA
Tengo unas cuantas películas que quiero comentar. No tanto las películas sino lo que esas películas me han planteado.
Empiezo por este fin de semana. "La duda". He seguido el film con interés. Me plantea sobre todo una pregunta: ¿puede alguien sentir una inclinación homosexual y a la vez una vocación firme al sacerdocio? Es lo que, en el fondo, se cuestiona. En -Estados Unidos, en los años sesenta, hay una realidad llamada intolerancia. Segregación racial, por ejemplo. También homofobia. Todavía sentimos -como hace cuarenta años- el incierto peligro del homosexual. Se sigue confundiendo homosexualidad con vicio, con descontrol. Tratándose de sacerdotes, con pederastia.
En tal caso ¿desconfias del homosexual como educador de tus hijos? ¿compartes en lo profundo el temor de que pueda abusar de ellos? Es decir. Un heterosexual puede confesar a mi hija. Pero un homosexual no debe siquiera tener la posibilidad de acceder al sacerdocio ¿es así? Lo pregunto porque no lo tengo claro. Porque yo no soy el que llama, sino Dios. Y admito que Dios llame a un homosexual. Comprendo esa vocación. Incluso comprendo que un sacerdote homosexual pueda prestar apoyo y guiar en sus problemas de conciencia a otros que sienten lo que él ha sentido: no se trata de vencer un vicio, sino de algo esencial a la persona, algo que es lo que uno siente, y sin embargo uno lucha contra ello, desde la negación, la represión, la ocultación, en definitiva la culpa. Y la culpa es un cáncer que roe el alma de ese joven que está empezando a vivir. Ahí podría ayudar ese sacerdote.
Entonces, ¿cómo podríamos poner luz en todo esto? ¿Por qué es necesariamente oscura esa sexualidad? ¿Por qué ha de ser un homosexual inasequible a la pureza? ¿No valen lo mismo los votos de castidad del homosexual o han de ser menos creíbles que los del hetero? Todo ello me lo pregunto porque yo también siento ese aguijón de la desconfianza, siento LA DUDA (y eso lo he heredado de mi educación quizás).
Yo quiero decir como la monjita de la película: yo le creo a usted, creo que usted se limita a amar a los demás. Y digo lo que la canción de Taizé que se escucha en la Iglesia: "ubi charitas et amor, Deus ibi est". Donde hay amor, allí está Dios. No temamos al amor, no desconfiemos del que ama. Y es verdad: hay que tener pruebas de los hechos, no bastan las sospechas para condenar. Sabemos lo que ha sucedido estos años en Estados Unidos, conocemos el escándalo de los abusos a menores. Eso ha de terminar, no debe ocultarse. Transparencia, control. Pero lo que hay que atacar son los hechos, los actos, las violaciones. No a las personas, y menos las tendencias sexuales de cada quien. A todos se nos puede exigir que controlemos nuestros impulsos. En eso consiste la educación y eso persigue el Derecho. Pero esa exigencia es común a todos. Todos somos iguales ante el menor. Todos, potencialmente, capaces de vulnerar sus derechos. Y son esos derechos los que se imponen frente al intento de abuso de su inocencia, venga el abuso de quien venga. Vigilancia, prevención de situaciones de dominación. Pero todo esto, entiendo, nada tiene que ver con la homosexualidad.
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ReplyDeleteMientras me despeñaba líneas abajo no dejaba de pensar en agnóstico paladino. Me decía que quiénes somos para asegurar que Dios existe y que, además, nosotros somos su imagen y semejanza. Que un día estuvo aquí y dijo esto y aquello y nombró vicarios y más vicarios. Mientras me despeñaba líneas abajo seguía reflexionando sobre la cantidas de Dioses Verdaderos que velan por nosotros, de una u otra manera, con ésta o aquélla característica, y cómo hemos venido dándonos de bofetadas reivindicativas de nuestros respectivos Auténticos Dioses. Qué follón, qué jaleo, cuánta estupidez. Y en todo ese maremágnum sucumben, inevitablemente, los homosexuales... y las mujeres. Qué curioso, ¿verdad? Porque yo añadiría a los muchísimos excesos de los vicarios de Dios el veto a un ser humano dotado de ovarios. ¿O es que las mujeres tampoco serán llamadas a esos caminos por Dios? Lo dicho: si jugamos a este juego, perderemos siempre.
ReplyDeleteParece un comentario un tanto tangencial al asunto que has propuesto; pero no es así; es la conclusión final para todos estos problemas que nos organizan los hipócritas o, por ceñirme al tema, los fariseos.
Bueno, yo no quería ir tan lejos. Mertxe. Creo en la gente que cree (y yo creo). Creo en esa respuesta que alguien dío a alguien: "yo de ese Dios que dices nunca he sido ateo". Es decir, no sé de que Dios estamos hablando, siempre hay que partir de saber de qué habla cada uno. Y yo hablo de un Dios que no segrega entre sus hijos. El sistema al que te refieres (en el que la mujer o el homosexual siempre pierden) probablemente nada tiene que ver con ese Dios, y probablemente de otro Dios yo también me declararía ateo. No tanto diría que sea complicado, sino que lo han complicado. El Dios del Evangelio no nos hace perder, nos hace ganar a todos, porque nos enseña que todos somos iguales, hermanos. Es un mensaje subversivo, todo lo contrario de lo que nos han vendido y nos hemos creído. Un beso.
ReplyDeleteSí, Francisco, yo también creo en la gente que cre; es más, envidio en alguna medida a la gente que cree porque han resuelto, con reservas o sin ellas, el problema. Incluso me merecen respeto esos escritos, los Evangelios, en tanto en cuanto vinieron a ser una especie de institucionalización de derechos humanos. Por ahí no iba yo. Yo iba al meollo del asunto. A la intolerancia, a la ceguera. A la asfixiante normativización de lo humano por aquellos que un día se nombraron representantes de lo Divino. Pongamos que hablo del Vaticano, pongamos que hablo de otros muchos...
ReplyDeleteNo sabes lo que me alegra tu respuesta, Francisco, y quiero aprovechar para expresarte el profundo respeto que tengo a este blog. Pero eso tú ya lo has deducido, ¿verdad?
Un abrazo.