Thursday, March 09, 2006
DELICIAS
En Pamplona, siendo niño, cerca de mi casa había una pastelería llamada "Delicias". "Deleite" es como titula J.B. Priestley un pequeño libro en el que, a instancia de su familia y dado su fama de hombre gruñón, hace recuento, ya con una edad avanzada, de aquello que le ha proporcionado placer en su vida: sus delicias. Ese recuento que, cuando estoy bajo de energía o triste, hago yo también, mentalmente, consiguiendo así cambiar de humor al evocar esas delicias, casi todas muy sencillas. Así, el otro día, un día triste y encapotado, caminando por la tarde con un aire molesto y frío (con lo friolero que soy), evocaba el placer que para mí ha sido siempre la vista, el olor y sobre todo el sabor, de un croasán. Los croasanes de "Delicias", dulces, y los salados de "Florida", suaves y esponjosos, mojados en café con leche (como vi hacer el otro día en Madrid a José Antonio Marina, sentado casualmente junto a mi, en una cafetería, y al que reconocí, a pesar de su aspecto descuidado, y al que me sentí, por ello, más unido, aunque nada le dije, para no interrumplir su deleite, que compartí en un filosófico silencio con el maestro). Este pastel que también tiene una romántica historia, correspondiendo su invención a los pasteleros vieneses, para conmemorar el hecho de haber sido ellos quien, en la noche, dieron el aviso que frustró el asalto de la ciudad por los turcos. Esa media luna, sirve para comerse al enemigo (simbólica y simpáticamente). Ese curasao, como he oído llamarlo, o también vikingo, que recuerdo haber comprado en la panadería "Taberna", por las mañanas, antes de ir a la parada de autobús. O recuerdo haber deseado en una cafetería de San Sebastián, junto a mi madre, días antes del alunizaje, en 1969, estando de vacaciones. O ese de manteca, que asocio a mis primeros meses en Andalucía, tan frustrante para mí, acostumbrado al croasán de mantequilla. Croasán o cruasán que ha sido una de mis delicias, de la que -ahora, por el régimen, más infrecuentemente- sigo disfrutando, cuando en él pienso y me relamo.
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Pachi, es una delicia leerte evocando Pamplona con tanto cariño. Ayer aquí (incluso aquí, deberia decir) fue primavera durante unas horas y fue otra delicia pasear por lo viejo, con esa sensación de día de estreno que da el buen tiempo .
ReplyDeleteUn beso de nuevo invernal.
Francisco,
ReplyDeleteHe dejado por ahí una canción para ti.
Un abrazo.
¿No crees, Princesa, que hayamos podido subir un viernes, andando la cuesta de la Fuente del Hierro, en un día primaveral, de sol, y hasta llegar a la Vuelta del Castillo, y habernos tumbado en el cesped frente al Edificio Singular, y dejado allí las carpetas con los apuntes de clase, esa tarde inútiles, para recostados en la yerba, sentir el aire de este mes de marzo que ya trae flores, mientras el parque se llena de jóvenes jugando al fútbol con sus mochilas escolares como improvisadas porterías y viendo pasar a las parejas, a los ancianos, a los deportistas que corren, y...tener por delante muchos meses para estudiar y la libertad de hoy no hacer nada? ¿no lo recuerdas así como yo digo, Princesa lejana?
ReplyDeleteJosé Angel, eres un niño y siempre lo serás. Aunque aparentes más edad. Un abrazo.
ReplyDeleteDanae, gracias por la canción (esas pequeñas cosas)...por cierto, la letra incluye una de mis devociones (mis deleites): el snitzel, o en plata, el escalope de ternera. En España se incluye en el menú infantil (no así en el reto de Europa) y da un poco de vergüenza pedirlo, pero pocas veces me resisto. La Ancha, en Madrid, los sirve exquisitos y con nombre propio ("escalope Armando"). Son esas pequeñas cosas de cabecera. Una amiga en un viaje reciente me ha confirmado que hay tres cosas que mantienen el buen humor y la alegría: el plátano, el chocolate y las almendras. Por si acaso siempre lleva de éstas a mano. Habrá que probar. Un abrazo.
ReplyDeleteHola Francisco. Leyendo tu post me acordé de una delicia pasada. Solía llevarme a las excursiones del instituto un bote de nocilla que me comía a ratos durante el día y que a pesar de compartir con alguna amiga llegaba a casa poco más que mediado. La delicia era comerme con un dedo lo que quedaba del bote en cama, a oscuras en mi habitación, escuchando los ronquidos de mis hermanas (una dormiendo a cada lado)y saboreando aquel pequeño resto como si fuera el único espectador de una función extraordinaria, planeando divertida mil cosas para el día siguiente. Un abrazo.
ReplyDeleteEse "dormiendo" por favor, que se retire a maquillaje y le pongan la u en su sitio. Así está mejor, durmiendo. Síndrome Despiste, mil disculpas.
ReplyDeleteEsos dotes tan magníficos de evocación en tu post, me han llevado a no ser menos e imaginar la sensación placentera de llevarme un bocado de ese apetitoso cruasán con el que sueño desde hace rato. ¡Qué delicia!..., ¡bien dicho! Recuerdo cuando los tomaba con nata en el café Novelty en la Plaza Mayor de Salamanca. Y es que esos placeres de antaño son pequeños deseos frustrados de hoy. Aunque quizás no, mañana me tomo un cruasán en tu honor. ¡Y que luego digan los niveles de colesterol! Saludos
ReplyDeleteque delicia de blog...
ReplyDeleteQue delicia, también, de contar con vosotros, Angeline, Gatito y Jesús, para evocar Galicia, Salamanca y Granada, lugares de deleite a los que suelo volver también, deleite del olor de Galicia a mar y a bosques, deleite de color dorado de la catedral en Salamanca, deleite de música acuática subiendo a la Alhambra. Sabores también: Percebes, Tostón, tortilla de Sacromonte,...Un abrazo a los tres.
ReplyDeleteGracias, Francisco, por tus palabras (y por éstas, también). A mí me dejaste sin ellas, y a la que le suceden las cosas, más. De verdad. Muchísimas gracias.
ReplyDeleteQueridisima Innes: me hace muy feliz tu comentario. Si miras en este blog el 20 de enero, yo también di mi adiós, titulado "El sentido del fin". Como verás recibí seis mensajes. Cada uno de ellos me produjo lo que a tí el mío. No hay como pasar uno por las experiencias antes. Y al final, esa frase "una ventana...acaso una puerta", me llegó dentro. Porque mi problema era que en el blog me estaba mirando a mí mismo y quería mirar a la vida y dejar pasar a otros...pero el blog también podía ser eso, y lo puse como frase de cabecera y mi primer post post-abandono fue en realidad "reeditar" el último post, quitar una frase (la despedida ya no figura) y poner otra. Uno siempre puede reeditarlo todo. Un beso.
ReplyDeletePachi, hoy he estado toda la mañana esperándote en el campus de la Uni. Quería compartir contigo un día sin prisa, mirarte a los ojos y decirte con mucho cuidado que Delicias no existe, que ahora hay un bar de diseño y una tienda de ropa en su lugar. Y decirte también que eso no importa, que aunque Delicias no exista sigue siendo real y que siempre habrá un lugar dónde a un niño le sirvan un croasán como aquellos y que nunca lo olvidará. Vale? Un beso nostálgico.
ReplyDelete¿Qué tal en el campus, Princesa? Desde que me dijiste lo del rayo de sol, la delicia de pasear por lo viejo, el buen tiempo, el día de estreno...ya no me importa tanto que hayan cerrado Delicias. El presente es ese rayo de sol que me trajo tu mensaje. Un beso soleado.
ReplyDeleteMuchas gracias por esas palabras tan bonitas y por evocar las cafeterías de mi familia en las que trabajé muchos años,sirviendo chocolate con churros y otras cosas. Pocas personas se acuerdan ya de ellas. Por eso: GRACIAS
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